lunes, 19 de octubre de 2009

Dice E. M. Cioran:

"La soledad no te enseña a estar solo, sino a ser único" (p. 11).

"Donde aparece la paradoja, muere el sistema y triunfa la vida. Por medio de ella la razón salva su honor frente a lo irracional. Lo que en la vida es turbio únicamente puede expresarse como maldición o himno. Quien no pueda servirse de ellos, sólo tiene una escapatoria a su alcance: la paradoja, sonrisa formal de lo irracional" (p. 19).

"La tristeza es un don, como la embriaguez, la fe, la existencia y como todo cuanto es grande, doloroso e irresistible. El don de la tristeza..." (p. 303).

E. M. Cioran, El ocaso del pensamiento, Tusquets, México, 2009.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Fragmentos de Albert Camus:

"Línea por línea, esta descripción conviene al hombre en rebeldía metafísica. Éste se levanta contra un mundo quebrado para reclamar su unidad. Opone el principio de justicia que lleva consigo al principio de injusticia que ve obrar en el mundo. Primitivamente, no quiere, pues, nada más que resolver esta contradicción, instaurar el reino unitario de la justicia, si es que puede, o de la injusticia si lo apuran. Entre tanto, denuncia la contradicción. Protestando contra la condición en lo que tiene de incompleto, por la muerte, y de disperso, por el mal, la rebeldía metafísica es la reivindicación motivada de una unidad feliz, contra el sufrimiento de vivir y de morir. Si la pena de muerte generalizada define la condición de los hombres, la rebeldía, en un sentido, le es coetánea. Al mismo tiempo que niega su condición mortal, el hombre en rebeldía se niega a reconocer el poder que lo hace vivir en esta condición. El rebelde metafísico no es, pues, con certeza ateo, como podría creerse, pero es forzosamente blasfemo. Simplemente, blasfema primero en nombre del orden, denunciando en Dios al padre de la muerte y el supremo escándalo."

A. Camus, El hombre rebelde, Alianza, Madrid, 2001, p.36.

domingo, 11 de octubre de 2009

Itinerario simple de su ausencia

b
Hoy no has venido al parque.

Podría ponerme a recoger del suelo
la luz desorientada y sin objeto
que ha caído en tu banco.

Para qué voy a hablar
si no está tu silencio.
Para qué he de mirar sin tu mirada.

Y este reloj del corazón que espera
golpeando
y doliendo.

c
Esta noche de luna y tú lejana.

Necesito a mi lado tus preguntas.
Y encontrarte en el aire vuelta brasa,
vuelta una llama dulce,
vuelta silencio y regazo,
vuelta noche y reposo, como cuando
guiábamos la luna nuestra hasta la casa.

ch
Qué manojo de rosas olvidadas.
Qué tibia pluma y mansa luz
tu cuerpo como un árbol,
como un árbol gritando,
con tanto poro abierto, con tanta sangre
en olas dulces elevándose.
Oh, sagrado torrente del naufragio.
Cómo amaría perderme
y encontrarte.

AUTOR: Isaac Felipe Azofeifa.

sábado, 10 de octubre de 2009

Fragmentos de Rainer María Rilke:

"(...) esta es la verdadera razón de la vida de un artista: la comprensión tanto como la creación.
Para ello no hay ninguna medida de tiempo; un año no cuenta, y diez años nada son. Ser artista es: no calcular y no contar; crecer como el árbol, que no apura sus savias y que está, confiado, entre las tormentas de primavera, sin la angustia de que no pueda llegar un verano más. Llega, sin embargo. Pero solamente llega para los que tienen paciencia y viven despreocupados y tranquilos como si ante ellos, se extendiera la eternidad. Lo aprendo día a día; lo aprendo también a través de sufrimientos, a los cuales estoy agradecido por ello: paciencia es todo."

Rainer M. Rilke, Cartas a un joven poeta, Edicomunicación, Barcelona, 1999, p. 24.

Fragmentos de Ernesto Sabato:

"Y no pretender enseñarlo todo, enseñar pocos episodios y problemas, desencadenantes, estructurales. Y pocos libros, pero leídos con pasión, única manera de vivir algo que, si no, es un cementerio de palabras. Porque el seudoenciclopedismo está siempre unido a la enseñanza libresca, que es una de las formas de la muerte. ¿Acaso no hubo cultura antes de la invención de Gutenberg? La cultura no sólo se transmite por lo libros: se transmite a través de todas las actividades del hombre, desde la conversación hasta los viajes, oyendo música y hasta comiendo. En el Hyperion de Longfellow leemos que "una simple conversación mientras se come con un sabio es mejor que diez años de mero estudio libresco". Y dice "wise", es decir, "sabio" en el sentido en que a veces lo es un campesino iletrado, en el sentido en que los franceses dicen "sage", para no confundir con ese "savant" que no puede hablarnos sino de silicatos o resistencia de materiales. La sabiduría es algo diferente, sirve para convivir mejor con los que nos rodean, para atender a sus razones, para resistir en la desgracia y tener mesura en el triunfo, para saber qué hacer con el mundo cuando los "savants" lo hayan conquistado, y, en fin, para saber envejecer y aceptar la muerte con grandeza. (...) la verdadera educación tendrá que hacerse no sólo para lograr la eficacia técnica sino también para formar hombres integrales."

E. Sabato, Apologías y Rechazos, Seix Barral, Buenos Aires, 2006, pp. 90-91.

martes, 6 de octubre de 2009

Quizá

QUIZÁ

Quizá me burle de mi muerte,
tal vez conserves ciertas voces,
como se atesora un recuerdo pequeño,
minúsculo,
pero colmado de eternidad.

Puedes encontrarme en las palabras,
signos inmortales,
enigmáticas huellas,
aves de salvación
cuando el abismo devora las entrañas.
Habitaré las que dijeron «gracias»,
«hasta pronto»
o «te quiero».
Sentirás mi fuerza cuando alguien declare
«te extraño», «te amo».
Descubrirás aquellas que guardó mi silencio,
cuando la verdad me pareció una miseria.

Tal vez mi muerte no exista,
quizá dormite en tu gesto
o me quede mirando en tu mirada,
sorbiendo el tiempo en la boca de tus manos.
Tal vez perviva en tus instantes,
como la brisa inesperada,
el recuerdo paciente.

Puedes hallarme en una lágrima,
en el verbo que maldice la infamia,
en el rostro de aquel niño conturbado, miserable.
Yo nací en el dolor, en la sangre que canta,
pero vas a encontrarme donde habite la gracia
donde crece la ira y se funde el amor,
allí donde la noche palpita más plena.

Quizá no haya muerte en las cosas que contemplo,
en las sendas que atravieso,
en el fuego de mi infancia,
en la esperanza emergida en los instantes.
Quizá te herede mis manos,
la inquietud de mi alma.

Y me hallaras nutrido en la nostalgia,
desbordado por el sol, la lluvia y el tiempo
desnudo,
con el rostro renacido en otra fuente,
con el verso y la flor,
mi voz y mi simiente.

Julián González

sábado, 3 de octubre de 2009

Vertido

VERTIDO

Vertido, pensativo, inquieto:
corto con misterio el sabor de las palabras.

Arrojado, sigiloso, fervoroso:
convoco a mi ritual, el de siempre: quejumbroso.

Aterido, en suspenso, combativo:
heredo esta lucha fugaz, minúscula, inmortal.

Cabizbajo, plegadizo, escindido:
amo la noche, el abismo y la muerte puntual.

Callado, erguido, sonriente:
voy del instante hacia nunca, jamás.

Julián González

Te recuerdo... niño

TE RECUERDO... NIÑO

Te recuerdo con el agua en tus hombros;
con el cántaro ciñendo tu prematura piel de hombre;
recogiendo la hojarasca con tus ojos de «mañana»;
jugando a vencer aquellos caminos empinados;
sintiendo la dureza de las piedras en tu andar de muchacho.


Te recuerdo con tus manos fecundando los suelos.
El inicio del afán, la raíz de la cosecha:
cuando desnudábamos el vientre de la tierra;
cuando el fuego consumía la “maleza” que venció tu padre;
cuando tus ojos brillaron
entre la negra ceniza que bañó tu cuerpo;
cuando saboreaste la eternidad, bajo el rancho,
devorando el alimento consagrado por tu madre.
Te recuerdo con la siesta en tus ojos,
fina herencia de aquellas horas paternales.


Te recuerdo en la escuela:
tus clases, tus tareas, tus peleas.
Derritiendo charamuscas con tu boca escolar.
En fila, con el olfato cuajado de carnes y arroces.
Aprendiendo entre el griterío infantil
las hileras de jocotes
y la hombría anunciada en cierto peleador.
Te recuerdo sin aliento,
jadeando entre minutos,
sosteniendo el corazón en un instante,
apurando el paso,
sosteniendo la mirada:
por el bus... la hora... el hogar... el temor...
Te recuerdo devolviéndote a tu casa:
contigo... con tus ojos... y tus pasos.

Julián González