viernes, 9 de julio de 2010

Los diputados y la Biblia

Julián González Torres


Hace más de un siglo el Secretario de Instrucción Pública, Fomento y Beneficencia, Julio Interiano, en su informe de labores relativo a la Instrucción Primaria expresaba lo siguiente: “Una escuela es un compendio de la sociedad. Esta es heterogénea: no hay en ella unidad de creencias. El Estado, pues, que reconoce los derechos de todos y garantiza la realización de ellos, no puede enseñar práctica de ninguna secta determinada y menos de muchas, ni inculcar creencias dogmáticas que están fuera del alcance de la razón.” (Diario Oficial, 118, Miércoles 21 de mayo de 1890, pp. 605-606)

120 años después los diputados de derecha hicieron caso omiso de aquel sabio principio liberal de respetar la diversidad de creencias religiosas en la sociedad, especialmente en la escuela. Argumentan que con la lectura de la Biblia en los centros escolares lo que se busca es “devolver” a los niños y niñas unos valores “perdidos”. De tal manera que una vez que los estudiantes escuchen “atentamente” ciertos pasajes bíblicos, recuperarán aquellos valores —que perdieron quién sabe dónde y cuándo— y se volverán “niños buenos”, obedientes y respetuosos de las leyes. Esto, según ellos, contribuiría a bajar los niveles de delincuencia y criminalidad. Lo interesante es que quieren lograr esto obligando a profesores y alumnos a escuchar la lectura de un libro y de una religión en particular. ¿Dónde queda, entonces, el respeto al orden constitucional?

Si de combatir el crimen se trata, lo que este país necesita, a corto plazo, es un excelente centro de investigación criminal; fiscales honrados y verdaderamente profesionales en la persecución de los criminales; una Policía Nacional Civil depurada; un cuerpo de jueces competentes; un sistema 911 con tecnología de punta y de reacción inmediata y mejorar las cárceles. A mediano y largo plazo: fortalecer y ampliar aquellas políticas socioeconómicas llamadas a reducir las tremendas desigualdades sociales.

Puede sonar trillado, pero está fuera de duda que uno de los factores que hizo posible el crecimiento de las pandillas —esa realidad social que ahora nos tiene tan conmocionados— fue la implementación de políticas socioeconómicas que profundizaron la brecha entre ricos y pobres. No es la lectura de la Biblia en las escuelas la que traerá el bienestar y la paz, sino la lucha por establecer un orden socioeconómico cuyo eje central sea la vida humana integral, el sujeto y sus necesidades; un orden que no convierta en “exitosos” a unos cuantos y en “perdedora” a la gran mayoría. Si no, corremos el riesgo —parafraseando a Marx— de convertir a la religión en “opio del pueblo”, cuando puede ser, y lo ha sido, principio de liberación.

El trillado argumento de “la pérdida de valores” viene y va. Lo primero que preguntaría es: ¿Cuáles valores? Los pandilleros son muy solidarios entre sí; son personas de palabra, cuando deciden matar, matan. Además, muchos de ellos desean ser personas de éxito, valor tan impregnado en nuestras sociedades. La otra pregunta es: Si son valores los que se han perdido, ¿por qué ir por la Biblia? Un valor clave para la vida democrática es la tolerancia, el respeto a la diferencia. ¿Será la Biblia el mejor libro para aprender a ser tolerantes? En su genial libro Imágenes de Dios, el teólogo y filósofo español Juan Antonio Estrada demuestra que todas las religiones monoteístas, las religiones de libro, son violentas e intolerantes. La creencia en un sólo y único Dios implica el desprecio y la guerra a cualquier otra creencia en otro Dios. Evidentemente, ya no estamos en la Edad Media, pero los “ilustres” diputados de derecha han sacado a relucir su fanatismo religioso y, en consecuencia, su intolerancia.
Por otro lado, si la casa, el hogar o la misma Iglesia han fracasado en la enseñanza de esos supuestos valores que contempla la Biblia, ¿qué hace pensar que el Estado lo logrará a través de la escuela? La mayoría de salvadoreños cree —o al menos los comparte— en los principios y valores del cristianismo. Entonces: ¿Qué sentido tiene proponer para el ámbito público algo que al parecer ha fracasado en el ámbito privado? Frente a la decadente visión política de un conjunto de diputados, loable ha sido este año el trabajo del Ministerio de Educación al dotar a las niñas y niños con útiles escolares, uniformes y zapatos. Este tipo de medidas sí contribuye a dignificar a las y los estudiantes.

Hace más de un siglo la Iglesia Católica peleaba por que la educación cristiana no fuera eliminada de las escuelas; mientras que intelectuales y funcionarios de Estado como Julio Interiano y David J. Guzmán defendían a capa y espada la educación laica en las escuelas, argumentando que la formación cristiana era tarea de los padres, no del Estado. 120 años después, ¡ironías de la historia!, diputados de derecha aprueban la lectura obligatoria de la Biblia en los centros escolares y reciben el apoyo del presidente de la República; mientras que el máximo representante de la Iglesia Católica en El Salvador, Mons. José Luis Escobar, señala que el decreto además de ser inconstitucional, viola el derecho que tienen los padres de familia de formar a sus hijos en la fe que consideren conveniente. Además, agrega que “la escucha de la Palabra de Dios exige un ambiente de fe, el cual no existe en la escuela pública.”

En eso último, el jerarca religioso se acerca mucho a Julio Interiano cuando este afirmaba que: “El Estado es una entidad colectiva y heterogénea. La fé le es incompatible, y quien carece de ella no puede comunicarla.” (Ibid.).

No hace mucho el teólogo José María Castillo reconocía en el ateo José Saramago un digno defensor de valores como la justicia, la libertad y la paz. Castillo afirma que Saramago profesó “la fe del Centurión”, es decir, fue un hombre de una profunda humanidad, “una buena persona a carta cabal” (Ver: http://josemariacastillo.blogspot.com/2010/06/la-fe-del-centurion.html). Habría que recordarles a los diputados que el agnosticismo y el ateísmo pueden darnos personas con profunda sensibilidad humana. El fanatismo religioso idiotiza y genera más violencia; el pensar crítico nos libera de dogmatismos y nos vuelve más tolerantes al relativizar nuestras creencias.

Publicado originalmente en ContraPunto: http://www.contrapunto.com.sv/index.php?option=com_content&view=article&id=3403:noticias-de-el-salvador-contrapunto&catid=96:colaboradores&Itemid=123

viernes, 28 de mayo de 2010

el encuentro que no se dio

El encuentro que no se dio

Cuando yo me haya ido
y en la tarde converses rodeado por tus hijos:
háblales de este viejo
que creía en milagros;
de este loco feliz que una vez, confundido,
creyó tocar a Dios
y se quemó las manos.
Diles que amé la vida como pocos la amaron.
Diles que sobre el rostro recibí el beso puro
y la cruel bofetada.
Diles que fui habitante de la estrella más alta
y a veces, de rodillas, me humillé en los santuarios.
Diles que conocí las sombras del pecado
y la luz de la gracia,

Francisco Andrés Escobar, “Monólogo interior frente a mi hijo”.


La época de parciales te tenía muy ocupado, en realidad no eran los exámenes, sino tus estudiantes. Ahora que leo sus palabras en Facebook entiendo cuál fue tu magisterio, tu apostolado. No volví con mis versos a tu despacho, fue por capricho tonto y por creer que estabas por encima de mi vulgar palabra. Al tiempo nos encontrábamos, pero me rehusaba a “molestarte”. Y cuando creí que había madurado, cuando pensando estaba en buscar tus consejos, me llego la noticia de tu muerte.

Entonces recordé “Monólogo interior frente a mi hijo”, y el recuerdo de mi adolescencia se lazó sobre mí en un zarpazo. Recordé aquellos versos subrayados, aquellas tus palabras que fueron oración cuando el dolor atenazaba mi existencia. Y comprendí aquellas palabras de Ernesto Sabato: “Sólo el arte de los otros artistas te salva en esos momentos, te consuela, te ayuda. Sólo te es útil (¡qué espanto!) el padecimiento de los seres grandes que te han precedido en ese calvario.” (Abaddón el exterminador, 2006). Se me salieron las lágrimas, me sentí miserable.

También recordé tus consejos para la buena docencia. De los cuatro que sugeriste aquella vez, sólo tres recuerdo con mediana claridad. (1) “Estudiar siempre”, decías que el buen profesor debe ser un apasionado del estudio constante, de la lectura incansable. (2) “Dormir o descansar bien”, insistías en la importancia de guardar el descanso debido cuando se está extenuado, renovar energías para volver a la faena. (3) “Amor, pasión por lo que se hace”, amar la enseñanza, decías; entregarse con profundo entusiasmo, con verdadera vocación. También dijiste que el profesor, al final de la faena, siente el gozo de saber que no ha robado ni matado; al contrario, lo suyo ha sido la siembra, el cultivo. Esa fue tu satisfacción, por eso Luís González ha dicho que fuiste “ante todo y sobre todo un hombre cabal”. “Comer bien” creo que fue tu cuarto consejo, mas no lo recuerdo con exactitud.

Recordé tus textos en La Prensa Gráfica, en el semanario Orientación, tu lenguaje fecundo, tu puño tejiendo el habla popular, tus palabras “rechonchas”, aquellos personajes “de verdá”. Enmudecí.

No volví, Don Paco, con mi fajo de papeles, nunca fui su alumno, mas una vez su palabra fue bálsamo, intrépida fuerza, esperanza en el abismo. Descubrí la belleza del verso, la fecundidad del dolor, la honda protesta. Querido “viejo”, “loco feliz”, tú que creíste en “milagros”, concédeme el encuentro que no se dio.

Julián González Torres

miércoles, 26 de mayo de 2010

tu llanto

TU LLANTO

Quejumbrosa,
aterida por tu llanto silencioso,
eras la niña-noche más dolida,
el perfume huyendo
por el hedor de mis palabras,
y bebí de tu dolor expandido,
sintiendo los ojos del infierno en mi boca de asesino,
mascullando insultos de mi pecho,
desnudando la crueldad de mis silencios,
como deshojando un racimo de heridas,
como mordiendo el polvo que pisé con la mirada.

Y se vino la noche, otra vez, encima,
yo dormí con el frío atroz de mi cuchillo,
en la frontera que sonríe entre lo diabólico y divino,
y tú eras la niña-noche más hermosa y más dolida.

Julián González

lunes, 10 de mayo de 2010

El presidente de la derecha

Se muestra molesto, histérico y desafiante cuando responde ciertas preguntas ante cámaras. En esto los asesores de imagen han fracasado, parece que el presidente no puede contener su furia ante ciertos temas, lo cual puede interpretarse como debilidad política.

Sucedió cuando reaccionó ante la eliminación de la cuota básica a la telefonía fija por parte de los diputados. Los llamó “populistas”, habló de “seguridad jurídica”. Por supuesto, seguridad para el capital de las principales empresas de telefonía, no para el ciudadano común y corriente —probablemente aquel que votó por él—. La prueba más escandalosa: el promedio de homicidios diarios. Funes se preocupaba por la seguridad jurídica de las empresas, mientras en las calles mandaba y sigue imperando la violencia y el crimen organizado. Más allá de discusiones técnicas, era claro que la medida decretada por los diputados beneficiaba a la mayoría, esa franja donde siempre están los más pobres. Si la medida era populista o no, era lo de menos. Pero Funes en sus típicas reacciones subidas de tono dejó claro que beneficiaría a una minoría. Al final, la derecha en la Asamblea Legislativa le dio el espaldarazo.

Uno extraña la prudencia del buen gobernante cuando lee estas declaraciones: “Roque Dalton ya no es de los hijos ni de su viuda, Roque Dalton es del pueblo salvadoreño”. Aquí la Lógica es sumamente útil para recordarle al presidente que debe ser cuidadoso al momento de hablar.

Primero, que Roque Dalton sea el poeta más querido y reconocido por el pueblo no significa, en ningún momento y bajo ninguna razón, que su familia no tenga derecho a exigir respeto por su memoria, respeto que implica esclarecimiento y justicia por su muerte. La familia de Roque no está en contra de que se le recuerde y celebre, lo que pide es una investigación de la verdad y la destitución del gobierno de uno de los que participó en la decisión de asesinar al poeta. Pero aquí Funes prefiere defender a Jorge Meléndez (“Jonás”) y ofender el recuerdo de la familia Dalton Cañas. Dalton pertenece a nuestra herencia cultural, sí, pero eso no da derecho a irrespetar el recuerdo de sus herederos más cercanos.

Segundo, justamente porque el pueblo recuerda y celebra al poeta asesinado, habemos muchos que consideramos una ofensa la presencia de “Jonás” en el gobierno y exigimos su renuncia o destitución. Si Roque es del pueblo, pues, señor presidente, habemos muchos de ese pueblo que consideramos inmoral la presencia de Meléndez en el gobierno. Sólo por un instante imaginemos que Álvaro Saravia trabajara para el gobierno de Funes, y que la familia de Monseñor Romero se pronunciara en contra de ese hecho por respeto al obispo mártir. ¿Les diría Funes que se callen, que Monseñor Romero es del pueblo y que Saravia está haciendo un buen trabajo? Igual respeto merecen ambas familias. Esto con el agravante de que Saravia al menos parece arrepentido, pero “Jonás” derrocha insensibilidad y arrogancia. Eso, justamente eso, es lo que indigna aún más.

La actitud de Funes demuestra que se ha enmarcado en la tradición política de la doble moral de la derecha. Aquí sugiero el texto de Carlos Molina “La doble moral en el gobierno o el Gran pez que dio refugió a Jonás”. Claro, no estamos diciendo que los gobiernos de izquierda no sufran de doble moral, pero dado que no hay referentes en nuestra historia, podemos decir que Funes ha heredado la doble moral de la derecha.

Finalmente, el tema del Registro Nacional de las Personas Naturales (RNPN) también ha crispado al presidente. No aceptó tener que elegir al presidente del RNPN a partir de una terna que presentara el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Esto puso felices a la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y a los partidos de derecha. Al final, la derecha legislativa le dio al presidente la facultad plena de elegir al presidente de dicha institución. Más allá de si el FMLN quería controlar o no el registro nacional, lo cierto es que no se percibe por parte de Funes un verdadero interés por darle más transparencia y credibilidad a dicha institución. Está bien que diga que ningún partido político debe tener el control del RNPN, pero hay que ir más allá de esas declaraciones, no bastan las intenciones.

Lo interesante es que al FMLN y a la derecha política sí les importa la dirección del RNPN, pues cada cierto tiempo hay elecciones. A Funes, al contrario, pueda que no le interese la transparencia de las próximas elecciones presidenciales, al fin y al cabo que ya es presidente. El partido rojo al menos ha sido claro respecto de la necesidad de dirigir de manera más transparente dicha institución. Pero en este planteamiento sufrió un nuevo revés por parte de Funes y la derecha.

Uno de los principios fundamentales de los gobiernos republicanos es que el bien público debe estar por encima de los interese particulares. El presidente Funes por su miedo a ser acusado de beneficiar intereses propios del FMLN, parece que ha decidido gobernar para los intereses y la felicidad de otros particulares. Esto sumado a sus histéricas declaraciones le resta credibilidad y decepciona a buena parte de la población que votó por él.

JULIÁN GONZÁLEZ TORRES

Publicado en el periódico digital ContraPunto:

http://www.contrapunto.com.sv/index.php?option=com_content&view=article&id=2947:noticias-de-el-salvador-contrapunto&catid=96:colaboradores&Itemid=123

domingo, 28 de marzo de 2010

"La civilización del capital"


La civilización que devora a sus hijos


José Antonio Zamora, Pensar contra la barbarie, Trotta, Madrid, 2004.


Inspirado en Theodor Wiesengrund Adorno, con aguda lucidez Zamora revitaliza el pensamiento crítico de cuño frankfurtiano.

Comienza haciendo referencia a aquel acontecimiento que, según Adorno, no solo cuestiona de raíz el sentido de la vida humana, de la historia, sino que sacude desde sus cimientos al pensar filosófico: Auschwitz. Ese lugar donde la técnica y la eficacia se dieron cita para exterminar a buena parte de la población judía de mediados del sigo XX.

Una de las tesis fuertes de Adorno y Horkheimer es que el sometimiento del ser humano a las “fuerzas” del progreso es la otra cara del dominio sobre la naturaleza, la conquista del espacio aéreo y la incursión más allá del globo terráqueo. Domeñamos la tierra, a la vez que destruimos la dimensión ética y espiritual del ser humano. Creamos ese tipo de personas que durante el día trabajaban diligentemente para la “Solución final” y, al caer la noche, retornaban a casa, a cumplir con las responsabilidades familiares. Piénsese en la idea sobre “la banalidad del mal” de Anna Arendt. Como dice Zamora, refiriéndose al exterminio judío: «Pero la aniquilación es el punto final de una proceso que comienza con la discriminación excluyente y pasa por la deshumanización de las víctimas. La aniquilación física va precedida de una aniquilación jurídica y moral, que estando en contradicción con las afirmaciones del universalismo y el cosmopolitismo moderno arroja una enorme sombra sobre las mismas y sobre su impotencia para impedir su catástrofe».

Ahora el “gran mercado” ordena y excluye, premia y condena. Es una orgía de mercancías, opulencia y miseria. Pero, como dice Hinkelammert, al socavar el globo extirpamos nuestra propia vida, es decir, la vida de todos. No hay escapatoria, la redondez de la tierra nos implica a todos. Escribe Zamora: «las fuerzas del mercado abandonadas a su propia lógica no sólo aumentan las desigualdades hasta extremos insospechados, sino que amenazan con destruir las bases naturales de la reproducción de la sociedad y dar razón a las previsiones más pesimistas sobre la crisis ecológica».

Hay gravísimos problemas, pues, en el mundo de hoy, hijo de ese acontecimiento socio-histórico que llamamos modernidad. Como es sabido, la razón moderna soñó con el progreso y la “civilización” para todos. Y aquellos “hombres de avanzada” se dispusieron a colonizar el mundo. El resultado fue poco progreso y abundante barbarie. La razón y el espíritu libre cayeron presos de la técnica y la eficacia. La conciencia llegó a ser un objeto más de administración. En esto tuvo mucho éxito la “industria cultural”. Una vez que ha triunfado la razón instrumental, cuya esencia consiste en saber adecuar medios a fines, difícilmente los individuos asumirán una actitud crítica, buscadora de la verdad. Y una sociedad que no educa en una reflexión crítica no crea auténticos caminos de liberación. «Los ritmos musicales —afirma Zamora— y los anuncios que martillean permanentemente a los individuos desde la radio les arrancan literalmente de la cabeza el pensamiento crítico. Y las imágenes que la televisión emite igualmente sin pausa tejen el velo encubridor más tupido. El conformismo es entrenado y exigido. (…) la cultura se convierte en un asunto de los grandes grupos empresariales y de la administración, que se apoderan de ella para estandarizarla y homogeneizarla de acuerdo, por un lado, con la finalidad del beneficio económico y, por otro lado, con el interés en la estabilización de una situación hostil a la autonomía de los individuos». Recordando a Marx, Ernesto Sabato dice que ahora la televisión es el “opio del pueblo”.

Habitamos una “civilización que devora a sus hijos”. No solo hay un socavamiento brutal de los recursos naturales y una terrible exclusión social. También se da un progresivo embrutecimiento de la conciencia humana. La mercancía como fetiche sigue haciendo de las suyas. El individuo queda expectante ante el mundo de las mercancías. Dice Antonio Zamora que «el carácter fantasmagórico de la mercancía asociado a su estética revela otra forma de dominación cuya finalidad última es la apropiación mercantil completa del individuo: la domesticación de sus anhelos incumplidos, la reorientación de su atención, la redefinición de su cuerpo, de la percepción de sí mismo y la realidad, la remodelación de su lenguaje, la reestructuración de su sensibilidad y su valoración».
Los centros comerciales son las catedrales de las mercancías (Benjamin). El individuo dibuja tras las vitrinas su ser insatisfecho, su deseo de poseer el producto, la marca, el nuevo modelo. Entre el deseo y la posesión se juega su realización. Y, de nuevo, como en tiempos de Marx y los frankfurtianos, no se ve el trabajo humano que “subyace” en las mercancías. No se ven los rostros famélicos de hombres y mujeres del tercer mundo que diariamente, entre la violencia social y el maltrato empresarial, dejan su vida en las fábricas, en las maquilas.

Es necesario, pues, pensar el mundo de otro modo, desde una dialéctica negativa en la que no hay salidas fáciles. Hay que re-activar la reflexión crítica frente la barbarie que la modernidad nos ha heredado. Y en esto resultan imprescindibles pensadores como Adorno, Horkheimer y Benjamin. Son filósofos que nunca son complacientes con el statu quo, con los mercaderes del poder. De ahí que lanzan una crítica certera a la sociedad capitalista en la que el dios dinero exige el sacrificio de vidas humanas en el “altar” del mercado. En esto resultan fundamentales conceptos como recuerdo y resistencia. El recuerdo de las catástrofes que tras de sí deja el “huracán del progreso” hace posible articular un pensamiento de resistencia y un sujeto crítico. Aquí no hay cabida para los fatalistas. La visión fatalista de la historia legitima acontecimientos como Auschwitz, Hiroshima, Ruanda, Irak…

Antonio Zamora revitaliza el pensamiento crítico y nos hace una humana invitación a re-pensar nuestro modo de entender el mundo y a nosotros mismos. Filósofos como Adorno aportan solidez y esperanza a aquellos hombres y mujeres convencidos de que “otro mundo es posible”.


JULIÁN GONZÁLEZ TORRES

Recensión publicada en: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades (REALIDAD), 121, 2009, pp. 717-719.

"El ángel de la historia"


Memoria y redención: el lugar de los vencidos


Reyes Mate, Medianoche en la historia: Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el concepto de historia», Trotta, Madrid, 2006.


En la historia encontramos “vencedores” y “vencidos”, “grandeza” y “miseria”, “progreso” y “barbarie”. El pensamiento de Walter Benjamin parte de esa constatación. Pero su interés en la historia no lleva el sello de una ingenua objetividad. Tampoco entiende la historia como la acumulación lineal de hechos que cobran sentido desde el presente, desde un presente atravesado por los intereses de los vencedores. Denuncia toda actitud triunfal, encantada por el “progreso”, ya que sabe ver la barbarie sobre la que se ha construido el susodicho progreso. Por eso declara que «no hay un solo documento de cultura que no lo sea a la vez de barbarie. Y si el documento no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión de unas manos a otras. Por eso el materialista histórico toma sus distancias en la medida de lo posible. Considera tarea suya cepillar la historia a contrapelo».

Benjamin piensa desde una deslumbrante obsesión: que los cadáveres de los triturados por la historia no deben asumirse como unos entes más de la naturaleza (ríos, montañas, etc.). El filósofo judío se resiste a leer los cadáveres de los vencidos como losas de concreto sobre las que levantamos nuestro progreso. Va más allá de Horkheimer cuando nos habla de la redención de los vencidos. Esta idea mesiánica se articula con otra poderosa categoría judía, la memoria.

Escribe al respecto: «Es seguro que el tiempo no fue experimentado ni como homogéneo ni como vacío por los adivinos que escrutaban lo que esconde en su seno. Quien tenga esto presente, comprenderá quizás cómo se ha experimentado el tiempo pasado en la memoria: del mismo modo. Es sabido que a los judíos les estaba prohibido indagar sobre el futuro. La Torá y la plegaria les instruyen, en cambio, en la memoria. Ella les desencantaba el futuro al que sucumbían quienes buscaban información en los adivinos. Pero gracias a ello el futuro no se convirtió para los judíos en un tiempo homogéneo y vacío. Pues en él cada segundo era la pequeña puerta por la cual podía entrar el Mesías».

Benjamin, pues, bebe en la fuente del materialismo histórico y en la de la tradición mesiánica judía. Pero frente al marxismo no adopta una actitud ingenua. Al contrario, le echa en cara la adopción acrítica de la ideología progresista del positivismo. Por eso afirma que el auténtico materialista histórico debe asumir la penosa tarea de escribir la historia a contracorriente. Penosa en dos sentidos: porque hay que “cepillar la historia a contra pelo” y porque el historiador debe convertirse en trapero, es decir, tiene que escarbar en los desechos que no cuentan para el tiempo “lineal, homogéneo y vacío” del historicista.

Para este filósofo el pasado no se debe estudiar para encuadrar mejor el presente, como si los masacrados, torturados y desaparecidos fuesen los ladrillos demandados por el progreso presente. Una lectura así legitima siempre el orden de los vencedores. Piensa el pasado en destellos. Por eso recurre a la memoria. Declara Reyes Mate: «Lo propio, por tanto, de la mirada de la memoria es, en primer lugar, la atención al pasado ausente del presente y, en segundo, considerar esos fracasos o víctimas no como datos naturales que están ahí como están los ríos o las montañas, sino como una injusticia, como una frustración violenta de su proyecto de vida. La mirada del historiador benjaminiano se emparenta con la del alegorista barroco que no considera las ruinas y cadáveres como naturaleza muerta, sino como vida frustrada, una pregunta que espera respuesta de quien lo contemple. Esa atención a lo fracasado, a lo desechado por la lógica de la historia es profundamente inquietante y subversiva, tanto desde el punto de vista epistémico como político, porque cuestiona la autoridad de lo fáctico».

La interpretación que Reyes Mate hace de Benjamin sobresale en cuanto que plantea la posibilidad de una nueva epistemología y de una nueva política a partir del pensamiento del filósofo judeo-alemán. Los vencidos de la historia y los excluidos de la globalización constituyen el lugar de verdad en el que se constata el desastre humano que genera el progreso. Por otro lado, del lado político, la injusticia social no es un “estado de excepción” respecto del progreso, es su regla. Escribe Benjamin: «La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en el que vivimos es la regla». El autor escribe esto al ver la situación de los judíos en la Alemania de Hitler. Critica a aquellos que se sorprenden ante las políticas represivas, de exterminio y de expansión de los nazis. Como buen filósofo tiene claro que no está frente a un estado de excepción, sino frente a una realidad que es la regla de toda ideología progresista, una realidad en la que la historia la hacen los vencedores, en la que el progreso exige víctimas.

Contextualizando las ideas benjaminianas, la pobreza y la marginación social no constituyen un momento de excepción, es decir, superable en alguna etapa subsiguiente. Al contrario: la situación de hambruna y de miseria de gran parte de la población mundial constituye la regla indispensable para poder sostener el éxito, la buena vida y el despilfarro del primer mundo.

Benjamín, pues, es un pensador que nos invita a pensar desde los desechos de la historia, desde esos “no-lugares” que son irrelevantes para la historiografía de oficio. Es un pensador que con sus categorías de redención y memoria plantea el reto de leer nuestros diversos pasados no para legitimar el presente, sino para llevar luz a los olvidados por la historia, para alumbrar el presente desde la memoria de las víctimas del pasado.

En pocas palabras, quiere un ángel en la historia, el ángel de la historia: «Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. Representa a un ángel que parece estar a punto de alejarse de algo a lo que está clavada su mirada. Sus ojos están desencajados, la boca abierta, las alas desplegadas. El ángel de la historia tiene que parecérsele. Tiene el rostro vuelto hacia el pasado. Lo que a nosotros se presenta como una cadena de acontecimientos, él lo ve como una catástrofe única que acumula sin cesar ruinas sobre ruinas, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer los fragmentos. Pero desde el paraíso sopla un viento huracanado que se arremolina en sus alas, tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. El huracán le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al que da la espalda, mientras el cúmulo de ruinas crece hasta el cielo. Eso que nosotros llamamos progreso es ese huracán».

Con claridad magistral Reyes Mate nos introduce en la verdad y radicalidad del pensamiento benjaminiano. Una radicalidad que nos obsequia una perspectiva crítica para enjuiciar un mundo globalizado en el que la injusticia social es la regla, no la excepción. Desde Benjamin se puede repensar la praxis política, el compromiso ético y la búsqueda de la verdad. Su reflexión arroja luz en esos “no-lugares” invisibilizados por la verdad de los vencedores de la historia.

JULIÁN GONZÁLEZ TORRES

Recensión publicada en: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades (REALIDAD), 121, 2009, pp. 714-717.

lunes, 15 de marzo de 2010

Fragmentos de Nietzsche:

"Poco a poco he ido descubriendo que hasta el presente toda gran filosofía ha sido la confesión de su autor, y (lo haya querido o no, se haya dado cuenta o no) constituye sus memoires [memorias]. Asimismo, he observado que, en toda filosofía, las intenciones morales (o inmorales) forman el germen verdadero de donde nace la planta completa."

F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Edaf, Madrid, 2008, p. 53.

lunes, 8 de marzo de 2010

Decía Nietzsche:

"El hombre objetivo no es un modelo a seguir, no precede ni sigue a nadie, vive demasiado aparte para tener necesidad de tomar partido entre el bien o el mal. Si se le ha confundido durante tanto tiempo con el filósofo, el educador cesariano y el déspota de la civilización, se le ha hecho demasiado honor y no se ha reconocido su carácter esencial: el hecho de que es un instrumento, un esclavo, el esclavo sublime entre todos, sin duda, pero en sí mismo no es nada, presque rien! [¡casi nada!]".

F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Edaf, Madrid, 1985, p. 195.

jueves, 4 de febrero de 2010

A veces

A VECES

A veces converso con el dolor,
no por sospechosa terapia psicologista,
tampoco por famélico masoquismo,
es sólo por encontrarme en la finitud,
escuchar el lento goteo de la muerte,
escaldar la mirada ante catedrales de huesos,
sentir el puñal en la hora de tu ausencia.

A veces sospecho de llamarme humano,
hay muertos que valen más, otros menos,
tanta sangre agota mi existencia,
tantas misas, oraciones y jueces
pervierten mi sagrada esperanza.
A veces conservo ciertas palabras,
ciertas miradas bajando al infierno.

Julián González
04-02-2010

sábado, 9 de enero de 2010

De Cioran:

"Si la sorda excitación que me domina cobrara voz, cada gesto sería un postrarme de hinojos ante un muro de las lamentaciones. Llevo luto desde que nací, luto por este mundo."

E. M. Cioran, El ocaso del pensamiento, Tusquets, México, 1995.

De Flaubert:

"Emma, por su parte, no se interrogó para saber si le amaba. Creía que el amor debía llegar pronto, con grandes resplandores y fulguraciones, huracán de los cielos que cae sobre la vida, la sacude, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra al abismo el corazón entero. No sabía que, cuando los desagües están atrancados, la lluvia forma lagos en la terraza de las casas, y así habría permanecido en su seguridad, de no descubrir súbitamente una grieta en la pared."

Gustave Flaubert, Madame Bovary, Alianza, Madrid, 1974.

sábado, 2 de enero de 2010

Fragmentos de Rimbaud:

Yo debería tener un infierno para mi cólera, un
infierno para mi orgullo, y el infierno de las caricias;
un concierto de infiernos.
Me muero de cansancio. Esto es la tumba, voy
hacia los gusanos, ¡horror de los horrores! Satán,
farsante, tú quieres disolverme con tus hechizos. Yo
reclamo. ¡Yo reclamo un golpe de tridente, una gota
de fuego!

Jean Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno.

Mi Crepúsculo:

En busca del Mar: