viernes, 9 de julio de 2010

Los diputados y la Biblia

Julián González Torres


Hace más de un siglo el Secretario de Instrucción Pública, Fomento y Beneficencia, Julio Interiano, en su informe de labores relativo a la Instrucción Primaria expresaba lo siguiente: “Una escuela es un compendio de la sociedad. Esta es heterogénea: no hay en ella unidad de creencias. El Estado, pues, que reconoce los derechos de todos y garantiza la realización de ellos, no puede enseñar práctica de ninguna secta determinada y menos de muchas, ni inculcar creencias dogmáticas que están fuera del alcance de la razón.” (Diario Oficial, 118, Miércoles 21 de mayo de 1890, pp. 605-606)

120 años después los diputados de derecha hicieron caso omiso de aquel sabio principio liberal de respetar la diversidad de creencias religiosas en la sociedad, especialmente en la escuela. Argumentan que con la lectura de la Biblia en los centros escolares lo que se busca es “devolver” a los niños y niñas unos valores “perdidos”. De tal manera que una vez que los estudiantes escuchen “atentamente” ciertos pasajes bíblicos, recuperarán aquellos valores —que perdieron quién sabe dónde y cuándo— y se volverán “niños buenos”, obedientes y respetuosos de las leyes. Esto, según ellos, contribuiría a bajar los niveles de delincuencia y criminalidad. Lo interesante es que quieren lograr esto obligando a profesores y alumnos a escuchar la lectura de un libro y de una religión en particular. ¿Dónde queda, entonces, el respeto al orden constitucional?

Si de combatir el crimen se trata, lo que este país necesita, a corto plazo, es un excelente centro de investigación criminal; fiscales honrados y verdaderamente profesionales en la persecución de los criminales; una Policía Nacional Civil depurada; un cuerpo de jueces competentes; un sistema 911 con tecnología de punta y de reacción inmediata y mejorar las cárceles. A mediano y largo plazo: fortalecer y ampliar aquellas políticas socioeconómicas llamadas a reducir las tremendas desigualdades sociales.

Puede sonar trillado, pero está fuera de duda que uno de los factores que hizo posible el crecimiento de las pandillas —esa realidad social que ahora nos tiene tan conmocionados— fue la implementación de políticas socioeconómicas que profundizaron la brecha entre ricos y pobres. No es la lectura de la Biblia en las escuelas la que traerá el bienestar y la paz, sino la lucha por establecer un orden socioeconómico cuyo eje central sea la vida humana integral, el sujeto y sus necesidades; un orden que no convierta en “exitosos” a unos cuantos y en “perdedora” a la gran mayoría. Si no, corremos el riesgo —parafraseando a Marx— de convertir a la religión en “opio del pueblo”, cuando puede ser, y lo ha sido, principio de liberación.

El trillado argumento de “la pérdida de valores” viene y va. Lo primero que preguntaría es: ¿Cuáles valores? Los pandilleros son muy solidarios entre sí; son personas de palabra, cuando deciden matar, matan. Además, muchos de ellos desean ser personas de éxito, valor tan impregnado en nuestras sociedades. La otra pregunta es: Si son valores los que se han perdido, ¿por qué ir por la Biblia? Un valor clave para la vida democrática es la tolerancia, el respeto a la diferencia. ¿Será la Biblia el mejor libro para aprender a ser tolerantes? En su genial libro Imágenes de Dios, el teólogo y filósofo español Juan Antonio Estrada demuestra que todas las religiones monoteístas, las religiones de libro, son violentas e intolerantes. La creencia en un sólo y único Dios implica el desprecio y la guerra a cualquier otra creencia en otro Dios. Evidentemente, ya no estamos en la Edad Media, pero los “ilustres” diputados de derecha han sacado a relucir su fanatismo religioso y, en consecuencia, su intolerancia.
Por otro lado, si la casa, el hogar o la misma Iglesia han fracasado en la enseñanza de esos supuestos valores que contempla la Biblia, ¿qué hace pensar que el Estado lo logrará a través de la escuela? La mayoría de salvadoreños cree —o al menos los comparte— en los principios y valores del cristianismo. Entonces: ¿Qué sentido tiene proponer para el ámbito público algo que al parecer ha fracasado en el ámbito privado? Frente a la decadente visión política de un conjunto de diputados, loable ha sido este año el trabajo del Ministerio de Educación al dotar a las niñas y niños con útiles escolares, uniformes y zapatos. Este tipo de medidas sí contribuye a dignificar a las y los estudiantes.

Hace más de un siglo la Iglesia Católica peleaba por que la educación cristiana no fuera eliminada de las escuelas; mientras que intelectuales y funcionarios de Estado como Julio Interiano y David J. Guzmán defendían a capa y espada la educación laica en las escuelas, argumentando que la formación cristiana era tarea de los padres, no del Estado. 120 años después, ¡ironías de la historia!, diputados de derecha aprueban la lectura obligatoria de la Biblia en los centros escolares y reciben el apoyo del presidente de la República; mientras que el máximo representante de la Iglesia Católica en El Salvador, Mons. José Luis Escobar, señala que el decreto además de ser inconstitucional, viola el derecho que tienen los padres de familia de formar a sus hijos en la fe que consideren conveniente. Además, agrega que “la escucha de la Palabra de Dios exige un ambiente de fe, el cual no existe en la escuela pública.”

En eso último, el jerarca religioso se acerca mucho a Julio Interiano cuando este afirmaba que: “El Estado es una entidad colectiva y heterogénea. La fé le es incompatible, y quien carece de ella no puede comunicarla.” (Ibid.).

No hace mucho el teólogo José María Castillo reconocía en el ateo José Saramago un digno defensor de valores como la justicia, la libertad y la paz. Castillo afirma que Saramago profesó “la fe del Centurión”, es decir, fue un hombre de una profunda humanidad, “una buena persona a carta cabal” (Ver: http://josemariacastillo.blogspot.com/2010/06/la-fe-del-centurion.html). Habría que recordarles a los diputados que el agnosticismo y el ateísmo pueden darnos personas con profunda sensibilidad humana. El fanatismo religioso idiotiza y genera más violencia; el pensar crítico nos libera de dogmatismos y nos vuelve más tolerantes al relativizar nuestras creencias.

Publicado originalmente en ContraPunto: http://www.contrapunto.com.sv/index.php?option=com_content&view=article&id=3403:noticias-de-el-salvador-contrapunto&catid=96:colaboradores&Itemid=123