viernes, 13 de noviembre de 2009

Fragmentos de Paulo Freire:

“La educación problematizadora no es una fijación reaccionaria, es futuro revolucionario. De ahí que sea profética y, como tal, esperanzada. De ahí que corresponda a la condición de los hombres como seres históricos y a su historicidad. De ahí que se identifique con ellos como seres más allá de sí mismos, como “proyectos”; como seres que caminan hacia adelante, que miran al frente; como seres a quienes la inmovilidad amenaza de muerte; para quienes el mirar hacia atrás no debe ser una forma nostálgica de querer volver sino una mejor manera de conocer lo que está siendo, para construir mejor el futuro. De ahí que se identifique con el movimiento permanente en que se encuentran inscritos los hombres, como seres que se saben inconclusos; movimiento que es histórico y que tiene su punto de partida, su sujeto y su objetivo.”

P. Freire, Pedagogía del oprimido, Siglo XXI, México, 2005, p.98.

Habla el maestro del "eterno retorno":

"Me parece cada vez más cierto que el filósofo, al ser necesariamente el hombre de mañana o de pasado mañana, siempre se ha encontrado en contradicción con el presente; siempre ha tenido por enemigo el ideal de su época. Todos esos extraordinarios pioneros de la humanidad que se llaman filósofos, y que ellos mismos se han creído rara vez los amigos de la sabiduría, sino más bien como locos insoportables y enigmas peligrosos, se asignaron siempre una tarea dura, involuntaria, ineluctable, pero no acabaron por descubrir la grandeza de su tarea, la de ser la mala conciencia de su época."

F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, EDAF, Madrid, 2008, p.206.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Habla el "Lobo Estepario":

"Desilusionado, seguí mi camino, no sabía adónde, para mí no había objetivos, ni aspiraciones, ni deberes. La vida sabía horriblemente amarga; yo sentía cómo el asco creciente desde hace tiempo alcanzaba su máxima altura, cómo la vida me repelía y me arrojaba fuera. Furioso, corrí a través de la ciudad gris, todo me parecía oler a tierra húmeda y a enterramiento. No; junto a mi fosa no había de estar ninguno de estos cuervos, con su traje talar y su sermoneo sentimental y de hermano en Cristo. Ah, dondequiera que mirara, dondequiera que enviase mis pensamientos, en parte alguna me aguardaba una alegría ni un atractivo, en parte alguna atisbaba una seducción, todo hedía a corrupción manida, a putrefacta medioconformidad, todo era viejo, marchito, pardo, macilento, agotado. Santo Dios, ¿cómo era posible? ¿Cómo había podido yo llegar a tal extremo, yo, el joven lleno de entusiasmo, el poeta, el amigo de las musas, el infatigable viajero, el ardoroso idealista? ¿Cómo había venido esto tan lenta y solapadamente sobre mí, esta paralización, este odio contra la propia persona y contra los demás, esta cerrazón de todos los sentimientos, este maligno y profundo fastidio, este infierno miserable de la falta de corazón y de la desesperanza?"

H. Hesse, El Lobo Estepario, Porrúa, México, 2007, p. 57.