miércoles, 16 de mayo de 2012

Apuntes de Introducción a la Antropología Filosófica. Ciclo 01-2012.

LA IMAGEN DEL SER HUMANO EN LA POSMODERNIDAD.
Semana del 14 al 18 de mayo de 2012.

I. Y bien, estimadas alumnas y alumnos, hemos arribado al tema de la Posmodernidad, específicamente a la pregunta de cómo se conceptuó al ser humano o a la humanidad con el advenimiento de la Posmodernidad. Vamos, por tanto, a entrar en materia. Pero no olviden que estas notas son, en esencia, tan sólo apuntes, en virtud de lo cual las ideas corren el riesgo de quedar abiertas, es decir, no exactamente definidas o delimitadas como quisiéramos. No obstante, en honor a José Ortega y Gasset (1883-1955), quien afirmaba que la cortesía del filósofo es la claridad, procuraré hablar con cierta claridad.

II. Quiero, en primer lugar, provocarles una reflexión crítica con el siguiente fragmento de Friedrich Nietzsche (1844-1900), el cual he extraído de su obra La gaya ciencia:

“¿No habéis oído de aquel hombre loco que una luminosa mañana encendió un farol, corrió al mercado y se puso a gritar incesantemente: «¡Estoy buscando a Dios!, ¡estoy buscando a Dios!»? Justo allí se habían juntado muchos de los que no creían en Dios, por lo que levantó grandes carcajadas. ¿Acaso se te ha extraviado?, dijo uno. ¿Se ha perdido como un niño?, dijo otro. ¿O es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado?, ¿habrá emigrado?: así gritaban y se reían todos a la vez. El hombre loco se puso de un salto en medio de ellos y los taladró con sus miradas. «¿A dónde se ha marchado Dios», exclamó, «¡os lo voy a decir! Lo hemos matado, ¡vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! Pero ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido bebernos el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hemos hecho cuando hemos soltado la cadena que unía esta Tierra con su sol?”. (F. Nietzsche, La gaya ciencia, EDAF, Madrid, 2002, p. 209).

Infinitas preguntas atizan nuestro intelecto: ¿Fue Nietzsche un filósofo posmoderno? ¿La Posmodernidad mató a Dios? ¿La Posmodernidad es cosa de “hombres locos”? ¿Para la Posmodernidad Dios está muerto? ¿Qué pasó con Dios en la Posmodernidad?

III. Pero los invito a hacernos esta otra pregunta: ¿Por qué iniciar con Nietzsche el tema de la Posmodernidad? Respondiendo ésta, daremos respuesta a las otras, o, por lo menos, a algunas de las otras. Pues bien, por qué iniciar con Nietzsche. Ante todo, debe quedar claro que en ese texto nietzscheano Dios es sinónimo de fundamento filosófico, en sentido estricto: sinónimo de fundamento metafísico. Pero, ¿qué significa eso de fundamento metafísico? Respondamos esta pregunta en tres pasos, para luego volver a la interrogante anterior.

(1°.) Ustedes deben tener claro que Nietzsche, como filósofo, tenía un objetivo muy bien definido: efectuar una crítica radical a toda la filosofía que se había venido realizando desde tiempos de Sócrates; entre otras razones, porque Nietzsche consideraba que casi todo el pensamiento filosófico producido desde los griegos hasta la modernidad no había sido más que una pésima negación de la vida, es decir, la vida concreta de los individuos, con sus contradicciones, traumas, dolores, felicidad, angustias, miedos, etc. Nietzsche es un gran crítico de Sócrates y Platón, por ejemplo. Los acusa de ser los grandes despreciadores de la vida. Al respecto, les sugiero el libro Crepúsculo de los ídolos.

(2°.) Nietzsche cree que con el advenimiento del Cristianismo los filósofos situaron al Dios cristiano como el fundamento (principio) último de todo lo existente; es decir, para el pensamiento filosófico Dios se convirtió en el fundamento de todo lo real y verdadero. A esto nos referimos cuando decimos que Dios es sinónimo de fundamento metafísico. Y con la llegada de la modernidad, aun cuando el mundo fue cobrando cada vez más un marcado antropocentrismo, según lo estudiamos la semana pasada, lo cierto es que los hombres de la Modernidad no renunciaron a la idea de Dios como “garante último” de un mundo al cual el hombre aspiraba a conquistar mediante la ciencia y la técnica. Esta idea la desarrolla el filósofo Juan Antonio Estrada en los siguientes términos:

“Los sistemas metafísicos unitarios y cerrados del pasado están marcados por el pensamiento de la identidad. Son sistemas globales referidos a un principio único (Dios, el ser), que sirve, al mismo tiempo, de fundamento y origen. Las metafísicas tradicionales son sistemas unitarios vinculados a un principio original y extramundano, que no se identifica necesariamente con ningún ente singular concreto…”. (Juan Antonio Estrada, Imágenes de Dios, Trotta, Madrid, 2003, p. 268).

En síntesis, para la Modernidad el mundo era un lugar seguro, un terreno fértil para las certezas. El hombre estaba convencido que podría alcanzar el progreso mediante el desarrollo de las ciencias.

(3°.) En definitiva, para Nietzsche casi toda la filosofía occidental ha descansado sobre el principio de que Dios es la fuente de la existencia, el sentido del mundo y la verdad de las cosas. La filosofía, según Nietzsche, ha hecho de Dios el principio unificador de todo lo existente. Ahora sí podemos empezar a entender el porqué iniciar el tema de la Posmodernidad con Nietzsche: si Dios se convirtió en el fundamento metafísico de todo lo existente, su muerte (es decir, la muerte de Dios) significaría el advenimiento o la aparición de una época histórica en la que no habría un fundamento último que unifique y de sentido al mundo en su conjunto; más bien sería una época en la que predominaría la fragmentariedad de las cosas, lo finito, lo fugaz, la incertidumbre, la pluralidad de razones/fundamentos, lo efímero, lo diverso, los dialectos, etc. Es decir, no habría un principio que unifique y le dé sentido al mundo, como en la Edad Media y durante la Modernidad; de ahí las enigmáticas palabras de Nietzsche: “¿Qué hemos hecho cuando hemos soltado la cadena que unía esta Tierra con su sol?”. En conclusión, arrancamos con Nietzsche porque este filósofo tuvo la agudeza intelectual para avizorar o intuir el advenimiento de la época posmoderna. Pasemos, por tanto, al meollo de la cuestión.

IV. Nuestro tema es “La imagen del ser humano en la Posmodernidad”. Traducido a pregunta quedaría así: ¿Cómo se conceptuó al ser humano a partir de la Posmodernidad? No obstante, quizá valga la pena resolver primero esta otra: ¿Qué entenderemos por Posmodernidad? La clave filosófica para entender dicha época histórica nos la ha dado ya Nietzsche: la Posmodernidad sería un momento de la historia occidental, cuya nota principal consistiría en el sentimiento generalizado de que el mundo, la vida, o la existencia humana en general, no tiene a su base un principio-fundamento que la unifique y le dé sentido; por el contrario, primaría la noción de mundos, culturas, voces, pluralidad, heterogeneidad, diferencias, el vacío, lo efímero, lo pasajero, el hedonismo, el nihilismo, etc. Ahora bien, aquí es importante tener presente la diferenciación que el sociólogo George Ritzer hace entre “posmodernidad” y “posmodernismo”. Posmodernidad, en sentido estricto, sería esa época histórica que surge cuando se acaba la Modernidad; mientras que posmodernismo haría referencia a aquellos productos culturales (cine, televisión, moda, arte, consumo, etc.) que, en principio, pretenderían ser una superación o sustitución del mundo cultural moderno. (George Ritzer, Teoría sociológica moderna, McGrawHill, Madrid, 2002, pp. 578-583).

V. En conclusión, en la Posmodernidad el ser humano es conceptuado como un individuo des-centrado, desarraigado, es decir, sin un principio metafísico (Dios, el “yo pienso” de Descartes, la idea de progreso, etc.) que le de unidad y sentido a su existencia. Se considera, como bien advierte Vattimo, que no hay un modelo de ser humano que todos los grupos humanos deban compartir y seguir; tampoco habría una cultura única desde la cual se unificarían los patrones culturales de las diversas sociedades; así también, desaparecería la idea de una historia con mayúsculas, como un centro desde el cual cobrarían sentido todas la acciones de la humanidad, tanto pasadas, presentes como futuras. Por lo tanto, en la Posmodernidad no habrían principios eternos o inmutables desde los cuales comprender al ser humano; todo en el ser humano se torna mutable, pasajero, incierto; el sentido de la vida será aquel que cada individuo o grupo humano decida darle, más allá de eso sólo habría vacío, soledad y sinsentido. Suele decirse que durante la Edad Media predominó el teocentrismo, mientras que en la Modernidad primó el antropocentrismo; pues bien, la Posmodernidad estaría caracterizada por un nihilismo, entendiendo este concepto en el sentido de que no existen grandes principios desde los cuales darle sentido a la realidad, al ser humano y a la verdad. Todo en el mundo sería contingencia. Nada más.

VI. Ahora bien, es importante que respondamos esta última pregunta: ¿es acertada esa visión del ser humano en la llamada Posmodernidad? Diremos que es acertada sólo hasta cierto punto. Veamos por qué.

En primer lugar, esa imagen del ser humano, con todo y lo crítica que se quiera, continúa estando lastrada por la tradición filosófica eurocéntrica, es decir, tal manera de conceptuar al ser humano sigue siendo heredera de una tradición de pensamiento típicamente europea; en este caso en específico, de un pensamiento que afirma que se ha pasado de una época Moderna a otra Posmoderna. En síntesis, sigue siendo una perspectiva eurocéntrica, aun cuando procura presentarse como un pensamiento “emancipador y liberador”, en palabras de Vattimo. Dicho en otros términos: pueda que para algunas sociedades europeas, en efecto, Dios haya muerto; pero basta con echarle una mirada a América Latina para constatar que dicho continente es, quizá, uno de los espacios geográficos donde Dios sigue más vivo que nunca. Pongo este ejemplo libre de entrar en valoraciones de si esto es bueno y aquello es malo o viceversa.

En segundo lugar, ciertamente, como bien apunta Vattimo, la época posmoderna ha abierto espacios que han permitido el surgimiento de nuevas voces, de nuevos “dialectos”; expresiones racionales y culturales que antiguamente se veían sometidas u oprimidas bajo un único esquema de pensamiento político, cultural y antropológico. No obstante, en términos político-económicos no es cierto que haya suficientes espacios para proponer, sugerir, construir o fundar alternativas al modo de producción capitalista. Estamos ante una configuración mundial de poderes políticos, culturales y económicos, según la cual no hay alternativas a dicho sistema económico. La globalización del sistema capitalista se impone y no deja espacios para planteamientos alternativos. De tal manera que no sería tan cierto que ya no estamos ante grandes principios (metafísicos) que ordenen y configuren un modo propio de ser humanos.

En realidad, habitamos un mundo donde se privilegia al sujeto consumista, individualista e insolidario, cínico, irrespetuoso de la vida humana y de los recursos naturales sin los cuales sería imposible que continúe existiendo vida humana. Habitamos un mundo donde el modelo de ser humano a seguir es aquel caracterizado como exitoso. Aun cuando ese éxito implique mayor contaminación y destrucción de la naturaleza; colocar la acumulación de riquezas por encima de la vida humana concreta; legitimar un modelo de democracia a través de invasiones, guerras y supuestas luchas contra el terrorismo; caer en el consumismo que garantiza el desplazamiento “infinito” de “infinitas” mercancías; potenciar la actitud cínica, la corrupción y el pensamiento acrítico; alentar a los individuos a ponerle zancadilla a los demás; cultivar la “vivianada”, donde el más listo (el “más inteligente”) es quien se aprovecha de los demás, quien hace el menor esfuerzo, quien más trampa hace; en fin, aquél individuo sin escrúpulos motivado exclusivamente por sus aspiraciones personales, sin poner mayores reparos a acciones inmorales o poco éticas, desde la aparentemente tan simple como hacer trampa en un examen, hasta las más complejas como robar descaradamente del erario público. Y este tipo de individuo se potencia desde la familia, pasando por la escuela, las universidades, las empresas, incluso, en las mismas iglesias. De manera que, al no ser consciente de esta parte de la realidad, el pensamiento posmoderno podría caer en el error de legitimar esos modos de configurar al individuo humano.

En tercer lugar, tampoco es tan cierto que ya no exista una cultura desde la cual se configure la vida cultural del resto de grupos humanos. En realidad, habitamos un mundo en el que una buena porción de la humanidad está modulada por la misma industria alimenticia, los mismos productos culturales (cine, televisión, música, moda, etc.), las mismas marcas, los mismos destinos turísticos, en fin, más o menos, el mismo estilo de vida.

En cuarto lugar, debemos ser críticos del pensamiento posmoderno, ya que, en buena medida, potencia el desencanto, la desesperanza y el cinismo, puesto que, al parecer, ya no tiene mucho sentido apelar a grandes principios que le den significado y horizonte a la historia humana. Debemos estar alertas y ser críticos ante eso. Y aquí recordemos nuevamente la divisa de Horkheimer: “no asumir nunca que las cosas son así como por naturaleza”. Ciertamente, estamos conscientes que habitamos un mundo donde parece que nada es seguro; donde la vida se nos torna más líquida (como diría Zygmunt Bauman); donde los constantes avances de la ciencia, la técnica y el mercado nos dejan como “pasmados”, puesto que lo que ayer era hoy ya no es, lo que ayer era verdadero hoy ya no lo es, etc. Pero también es verdad que al ser humano le son constitutivos valores como la libertad, la necesidad de sentido, la esperanza, la justicia, etc. De manera que sólo ejerciendo el pensamiento crítico podremos avanzar en el esclarecimiento de lo que es el mundo, la vida y el ser humano mismo.

Por último, en quinto lugar, si es cierto que estamos viviendo en la Posmodernidad, se tratará, en última instancia, de una Posmodernidad a medias, puesto que hoy por hoy no hemos renunciado a principios que fueron conquistados y/o ratificados durante la Modernidad: libertad, verdad, ciencia, progreso, autonomía, derechos humanos, etc.

VII. Y bien, aquí “terminamos”, estimados estudiantes, nuestro apretado recorrido histórico, en el cual hemos procurado atisbar, a grandes rasgos, por supuesto, qué tipo de concepciones en torno al ser humano han predominado a lo largo de la historia de la filosofía. La pregunta que en seguida se nos impone es esta: ¿pero qué es el ser humano? Por lo pronto, lo único que podemos decir es que el ser humano es un Individuo que procura hacer su vida en Sociedad; se considera un ser que posee Libertad; pero que también es Praxis; que se siente como el resultado de dos mundos: el Biológico y el Cultural; y, por supuesto, que se sabe atrapado por las redes del Lenguaje. Con esto hemos llegado a la parte temática del curso, la cual iniciaremos la próxima semana. Hasta la próxima, entonces.

JULIÁN GONZÁLEZ TORRES.

1 comentario:

  1. Gracias, Julián, por tu nueva reflexión. Creo que es un acierto esto de colgar tus papeles antes de la clase. Nos ofrece un panorama previo de la jornada que nos espera y además podemos contrastarlo con la lectura que nos has encomendado con antelación.

    Sinceramente, como te dije en el último encuentro, estoy muy emocionado sobre lo que pueda salir esta noche en torno a la discusión sobre El hombre en la postmodernidad. Sobre todo, visto desde la perspectiva "emancipadora" de Vattimo, emancipación posible gracias al florecimiento de múltiples posibilidades de comunicación que nos ofrece el boom de los mass media.

    Sin embargo, es importante, recordar la reacción (que tú asomas tanto como Vattimo) que tuvo el capitalismo global ante el huracán teórico que se desató con el planteamiento postmoderno.

    No es casualidad que, como otras posturas contemporáneas del pensamiento, éste se haya ubicado más cerca del pensamiento progresista (término suave para sumar más reflexiones).

    El pensamiento postmoderno, entiendo, tuvo un enorme impacto en la academia y el propio soporte mediático, no por sí mismo, si no porque explicaba lo que estaba ocurriendo ante nuestros ojos: el advenimiento de una Babel de discursos históricos y emancipaciones culturales locales que puso en peligro los discursos unitarios, no sólo históricos, sino también económicos y políticos.

    El fin de la unidad histórica que toma Vattimo de Lyotard, aunque lo asoma ligeramente, no profundiza en que estos discursos históricos únicos, eran producto de una hegemonía no sólo "cultural europea" sino también capitalista global (discutíamos la referencia al imperialismo y al colonianismo en el texto de Vattimo), pero más allá de eso, surgía un peligro inminente más que cultural, político, ideológico y en fin, económico. Que era una nueva emancipación del individuo.

    Sin embargo, el capitalismo tuvo que reaccionar y despertar "un monstruo" que reviviera los pensamientos o discursos unitarios. Se optó entonces por el miedo. Luego del fracaso unificador del discurso de la Globalización, fue necesario "soltar un demonio" que provocará ese miedo que ha movido en muchas ocasiones a la humanidad.

    El 11 de septiembre de 2001 y el surgimiento de la "Guerra contra el Terrorismo" fue el detonante para que muriera (o al menos dejara mal herido) al pensamiento postmoderno, el cual anunciaba ingenua y tal vez felizmente el fin del discurso unitario de la historia.

    Este hecho lo reactivó de una manera espeluznante y hoy estamos ante nuevos discursos totalitarios imperialista que evidentemente ponen en minusvalía cualquier posibilidad de emancipación.

    Pero bueno, era un sólo comentario...

    El otro seguramente lo hablaremos esta noche: ¿Es posible hablar de Postmodernidad en América Latina cuando para muchos jamás experimentó una modernidad?

    Antonio Núñez Aldazoro

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