TU LLANTO
Quejumbrosa,
aterida por tu llanto silencioso,
eras la niña-noche más dolida,
el perfume huyendo
por el hedor de mis palabras,
y bebí de tu dolor expandido,
sintiendo los ojos del infierno en mi boca de asesino,
mascullando insultos de mi pecho,
desnudando la crueldad de mis silencios,
como deshojando un racimo de heridas,
como mordiendo el polvo que pisé con la mirada.
Y se vino la noche, otra vez, encima,
yo dormí con el frío atroz de mi cuchillo,
en la frontera que sonríe entre lo diabólico y divino,
y tú eras la niña-noche más hermosa y más dolida.
Julián González
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