NOS DUELE TU MUERTE
Tu partida, tu adiós, tu silencio a los 21 años es otra muerte; una que nos dejó mudos, confundidos, con tremendo nudo en las entrañas, a punto de vomitarlas por tanto dolor acumulado. Innumerables preguntas arremolinadas en el rostro, en las manos.
Enmudeció tu boca de niño confundido, creíste que el sol ya no vendría para ti, que en la batalla solo quedabas tú, la muerte y el tiempo. Y nos quedamos con el corazón atorado, frágiles, inmunes, destrozados en medio de tu cadáver, de tanta gente.
Las pocas fuerzas que nos quedaron apenas las invertimos en algo que valiera la pena. Y mi madre con el alma compungida, herida, asolada. Sofía y Susana abrazadas, llorando, quizá sin saber lo que sea la muerte, pero vaciadas por tu ausencia.
Y pensar que ya no hubo un gesto que pudiera salvarte, tan sólo un acto que pudiese rescatarte del abismo suicida que desde hace tiempo estabas frecuentando. Pero ni llegó el gesto, ni tú supiste abrirte en algún instante. Se nos va la vida, mi hermano, y rara vez donamos una mirada, una palabra, un corazón que pueda salvarnos.
Benjamín, nuestro Benja, nuestro Minchito, sí, así te decíamos, así te decía tía Evita, Mamá María y Mamá Lila. Eras el tierno, el más chiquito, pero no sé qué fuerzas te engulleron; no sabemos qué dolor desgarró tu alma de niño generoso. Eras dulce, eras tierno en tu modo de ser. No tenías la soberbia o la arrogancia que algunos padecemos. Tú eras sencillo, humilde y sabías querer con el alma; pero a ti te la destrozaron, así lo dices en aquellas palabras que dejaste registradas en aquel fólder amarillo, ¿lo recuerdas?
¡Quiénes somos nosotros para juzgar tu corazón hermoso, tu alma escondida! Nunca sabremos qué tormentas te hundieron en el abismo de la muerte.
Pero te amamos, te queremos y te extrañamos, Minchito. Encontraremos tu flor cuando la hora nos llegue. Iremos tras de ti en la vastedad del tiempo.
Julián González
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